jueves, 19 de septiembre de 2013

Venezia


"No te mortifiques por adelantado, si caes en mis redes es porque también sé lo que soy", me dijo un día la Rubia Venezia, que conocí desde niña y hoy es una mujer de treinta.

Nunca le prometí nada, yo era un adolescente y ella una niña, que iba a saber de amores. Pero la promesa no dicha y por tanto incumplida flotaba en el aire.

Más tarde se hizo mujer, tan mujer que muy pronto se casó y procreó un hijo.

Seguimos con esa amistad intermitente del saludo afectuoso cada año y con los halagos de que tal si tú hubiéses sido mi amor.

Aprovechaba para además de acariciar su mano, morder su espalda, lamer su oreja. Y ya, no dijimos un día se me dará la oportunidad.

Tiene ternura y encanto, además de bella es amorosa.

La distancia y cambio de rumbos en nuestras vidas, nos distanciaron más de lo que de por sí estábamos.

La semana pasada me contactó y dijo después de los respectivos saludos, necesito a alguien, quiero estar en algún lugar contigo.

- Mi vida y si te escapas conmigo 6 horas.
- ¿Porqué solo seis? dije.
- Porque solo seis me conceden un domingo por semana.
- Ok, hasta que se me va  a hacer, concluí.

Fuimos al café y sin demora a un motel.

Así lo acordamos en el facebook.

 Ya en la conversación me explicó que los domingos de cada semana, se queda sola pues el padre de su niño viene por él para tener  unas horas de convivencia.

Bello lugar encantado, cascadas artificiales en las paredes, música de fondo con botón regulador de volumen, amplia cama maciza, colchón king size, lámparas de luz discreta.

Le llevo cinco años y llevo una vida igual de complicada, solo al poner mi espalda en  colchón acojinado quise pedirle, durmamos solamente.

Pero estábamos ahí por otra cosa.

Pensé, henos aquí, aquellos muchachos que solo nos divertíamos con jugar a los amorosos y de ese lenguaje atrevido pasamos a los hechos 15  o 20 años después.

Nos besamos, nos hicimos el amor.

En el postacto, no pude decir nada, solo contemplar sus rosados labios aún excitantes, agradecer tanta belleza concedida en un instante, romper el mundo en un orgasmo.

Sabiamente iluminados, pasamos el resto de las horas viendo la tele, como si lo que acabábamos de hacer era lo más normal entre nosotros.

Sacó su cel y me dijo: este de ahí, es un ingeniero al que le traigo ganas.
Solo supe decir: orale que chido. Ven

Y, el encanto se tornó turbulento cuando dijo: no me estoy cuidando, si puedo quedar embarazada,pero no debo... no puedo tomar ningún medicamento, no sé porque no tomaste precauciones.

- solo me dejé llevar por el placer, musité.
- Ahí lo ves si pasa lo que pienso.

Nos despedimos, amorosos y afectuosos, beso de cachete y abrazo de hermanos.

Le llamé más tarde y su contestación fue cortés sin mayor interés.

Desde entonces no sé de ella.

Parece que no me conociera, yo también la desconozco.

Sospecho que tiene un buen entretenimiento.

Solo sé que se llama Venezia.